martes, 28 de abril de 2009

11:46, la sacudida que contagió de pánico en la Costera...

Crónica.

11:46, la sacudida que contagió de pánico en la Costera…

Ignacio Hernández Meneses


*Algunas señoras salieron corriendo y llorando de la Gran Plaza, donde visitantes abandonaron sus desayunos y se concentraron en las banquetas; el ulular de tres ambulancias que pasaron, agudizó el pánico. Un carro quedó como “hot cakes”, por una barda que le cayó de un edificio.

Eran justo las 11:46 cuando don Rogelio González Chávez, presuroso, sereno, alzó sus brazos y movió sus manos las que fue bajando suavemente, para pedir calma a sus espantados comensales que salían en estampida de su restaurante de mariscos “El Caracol”.
“Tranquilos, tranquilos, no pasa nada”, les decía el restaurantero mientras que sus clientes, la mayoría defeños, veían cómo se pandeaba el edificio de junto -en la calle Álvaro de Saavedra esquina Costera-, al que se le resquebrajó un pedazo de marquesina.
La sacudida impresionó y contagió de pánico a todos los transeúntes en la Costera. Algunas señoras salieron corriendo y llorando de la Gran Plaza, donde visitantes abandonaron sus desayunos y se concentraron en las banquetas; el ulular de tres ambulancias que pasaron, agudizó el pánico.
Algunas personas se acordaron de Dios y se pusieron a rezar bajo el sol del mediodía.
De “Café Woolworth-Costera”, la gente que almorzaba salió nerviosa pero en orden, en fila india. Se vació el changarro de café.
Meseras y ayudantes también salieron asustados, el gerente Felipe Roberto Santos Galindo, los acompañó y los invitó a que estuvieran tranquilos. Luego retornaron al establecimiento, donde algunos pagaron sus cuentas y otros siguieron desayunando.
El representante del consorcio regiomontano, Santos Galindo dijo en breve entrevista que “todo mundo se salió… teníamos quince mesas ocupadas, yo todavía me quedé en la caja un momento”. Siete minutos después, la tele instalada en ésta cafetería informaba de “un fuerte sismo que sacudió las costas de Guerrero, con epicentro en Chilpancingo… al parecer de 6 grados”, decía también nervioso, el conductor Enrique Zarza, de TV Azteca. Los clientes de “Woolworth” ya se notaban más tranquilos y mostraron interés por la nota informativa.

Bolillo para el susto...
Sentadas en la banqueta de constructora “Homex”, junto a mariscos “El Caracol”, dos mujeres lloraban. Una de ellas, mordía desesperada un bolillo. Se veían asustadas, una de ellas temblaba, alterada de nervios. Su amiga la calmaba. Se negaron a ser entrevistadas, “mire allá hay más gente, váyase para allá, entiéndanos”, suplicó una de ellas.
Al filo del mediodía empezaron a pasar rumbo a la Base Naval tres veloces ambulancias con el ulular que jaló las miradas de la gente que aún no se reponía del susto.
Frente al viejo edificio de Seguros América al que se le cayó una parte de su reciente reparación-y que cada vez que tiembla se le rompen los cristales-, el doctor Simi dejó de bailar. El viejo panzón de trapo quedó quieto en las puertas de “Farmacias Similares”, junto al hotel del SNTIMSS. Luego mejor se puso a platicar del temblor con unos chavos que pasaban de la prepa 7.

El urbanero sismógrafo

-No sí, estuvo de la chingada, yo siento que como de 15 grados guey-, decía espantado el urbanero a un amigo pasajero que se trepó su camión y no le cobró.
-Si mano se siete mas gacho aquí porque sientes que se te abre la Costera…
-Ya a poco, y como sientes que se te abre la Costera-, contestó con ironía el pasajero.
-No se pero estuvo regacho.
-Oye pero como está eso que sentiste si vienes manejando y tu ruido, y volanteas y te vienes de por si moviendo…
-Pues te digo que sientes que se te abre la Costera…
Así el ubanero se convirtió en experto, el perito en la materia en su conferencia magistral sobre ruedas, y sorprendió a más de uno al hablar sobre el latente “cinturón de fuego del Pacífico”.

Del Valle, reportero por un día…

Abraham Cadena del Valle, circulaba por la Costera a bordo de su motoneta, se dio cuenta que la gente corría sin rumbo, detuvo su marcha y aún sintió el fuerte ruido de cristales de la Gran Plaza. La banqueta en esta zona de tapizó de la aterrorizada muchedumbre que encontró precisamente en la calle su mejor refugio.
Algunos automovilistas sorprendidos detenían sus carros para preguntar que estaba pasando. Fue el caos, la confusión.
Inútilmente, una y otra vez, la gente marcaba desesperada sus celulares, “fuera del área de cobertura”, escuchaban. “Error de conexión”, se justificaban las compañías de telefonía móvil al cortarse el servicio.
Abraham Cadena bajó de su moto y sacó su camarita y empezó a congelar las imagines del fuerte temblor. Atrapó la imagen de un carrito azul que quedó como “hot cakes”. Al auto compacto color azul turquesa le cayó una barda de un edificio de seis pisos a un lado de Cablevisión. Apenas se le podían ver las placas HET-4050.
Del Valle tomó nota, tomó la foto, pensó que el temblor podía ser historia, por aquello de la réplica que esperaba y que nunca llegó, pero se convirtió en reportero por un día, bueno por un ratito.
Como la tarde vi llover de Manzanero, Abraham, el improvisado reportero gráfico dijo que “vi gente correr, con pánico, caos mucha confusión, ni radio ni teléfono, ni celular”.
Los nervios también se apoderaron de los burócratas de la Sedesol, cuyos empleados se salieron del edificio ubicado atrás de la Gran Plaza, cerca de la Universidad Americana de Acapulco. Sacaron unos cascos y se los pusieron, aunque luego volvieron a la realidad normal y se pusieron a platicar.
Don Rogelio, el de “El Caracol”, se quedó tranquilo, “es de la naturaleza, viene de la naturaleza el temblor y contra la naturaleza nada, entiendo a mis clientes, sobre todo los que vienen de México, han vivido estos estragos y los entiendo, le tienen fobia a los temblores”.
De plano, dice el señor González Chávez, “en Acapulco tenemos mala suerte, primero viene la influenza y ahora este tembloricito…”

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