miércoles, 8 de abril de 2009

Acapulco "¡está de pelos!", a pesar de la ola de inseguridad

*Crónica de Chilangolandia en Tlacopanocha

*“Dios está en todas partes, por eso venimos al puerto para pasar la Semana Santa”, dice don Gildo Morales, al frente de su familia de 22 personas que viajaron en una camioneta como en caja de cerillos.

Ignacio Hernández Meneses

Como en caja de cerillos en su pequeña camioneta, los Morales Bonilla llegaron desde el Lunes Santo para vacacionar aquí en el puerto, donde ayer se tiraron como iguanas en playa Tlacopanocha para saborear el sol de Acapulco.
“¡Acapulco, está de pelos!”, así definió su estadía la familia de doña Olga Lidia Bonilla y don Hermenegildo Morales de la Rosa , provenientes de Teotitlán, Estado de México, pueblo vecino de las pirámides de Teotihuacan.
La familia Morales Bonilla es grande como la misma Semana Santa. Esta es la sexta vez que visitan este destino de playa a pesar de que vieron por la tele la ola de inseguridad que priva en el sur del país, pero vinieron por las espumosas olas y los 33 grados centígrados bajo el cielo de Acapulco.
Son 12, tres generaciones cupieron en la caja de la camioneta, acondicionada con dos pisos -como las vialidades de “El Peje”-, entraron porque entraron. La vez pasada que vinieron cupieron 22, pero esta vez, la otra parte jaló para el puerto de Veracruz, donde ayer un ventarrón corrió de las playas a los visitantes.
“Acapulco tiene todo, es agradable, limpio y seguro”, abrió la plática don Gildo mientras le escurrían las gotas de Tlacopanocha, playa ubicada al pie del temible barrio histórico de La Candelaria.
“Nosotros nunca hemos tenido problema alguno, es un lugar muy tranquilo no como en Veracruz”, dijo visiblemente contento el visitante, sin embargo, como siempre también habló del negrito en el arroz, y se quejó, “lo único que está mal es que nos confunden, aquí en esta playa una persona nos alquila la sombrilla, otra nos vende los alimentos, y hay otra que alquila la mesa y eso no puede ser, antes era el paquete completo y parece que no hay orden en quienes cuidan de las playas”.
De la seguridad, “excelente, hasta las dos de la mañana vemos resguardo de la policía, nos sentimos protegidos”, dijo el mexiquense acompañado de su familia, desde Gema, el fruto más pequeño del árbol genealógico de los Morales hasta el puntal, don Gregorio Bonilla Ávila, con sus 71 años otoños y sigue tan campante.
De la delincuencia organizada, don Gildo aclaró, “que te puedo decir, se ve que es pleito entre los narcotraficantes y el gobierno… es bronca entre ellos, no entre nosotros los ciudadanos”.
-Don Hermenegildo, el arzobispado de México, llamó a los creyentes a acudan a los ritos de Semana Santa, que son días de guardar y no de vacacionar…
-Dios está en todas partes, por eso venimos al puerto para pasar la Semana Santa.
-Pero ¿Y los días de guardar?
-Nuestra idea no es ir a trabajar.
-¿Van a ir a la iglesia?
-No es necesario ir a la iglesia para orar y guardar los días- explicó don Gildo Morales al frente de su familia de 12 personas que viajaron en una camioneta como en caja de cerillos.
Esta familia se gana la vida en la feria, les gusta la feria, de donde sacan feria, se definen como una familia “húngaros modernos, nos la pasamos de pueblo en pueblo con nuestra feria en las fiestas y ese es nuestro trabajo, los juegos mecánicos”, dijo el jefe de familia.

“¡Acapulco, está de pelos!”

Olga Lidia Bonilla es la mamá de los pollitos. Y define al puerto, a esta ciudad donde fueron arrasados los carrizos, como un lugar precioso “¡Acapulco está de pelos!”.
“Uno no se aburre de Acapulco, todo muy bien, no vino toda la familia, algunos faltaron pero se la perdieron…”, manifestó la señora mientras le echaba un ojo a la playa donde nadaba una parte de su familia.
Ya chapeada por el sol, Andrea Martínez Morales, sonriente, dijo que es la primera vez que viene al puerto y también dice que le ha parecido muy divertido.
Martha Bárbara Morales Bonilla confesó que en el restaurante “ La Herradura ” ha comido los chilaquiles más sabrosos de su vida.
Las playas del puerto lucen limpias y seguras, llenas de visitantes, en su mayoría chilangos que en tropel, dejaron un rato el corazón de la República , como los Morales Bonilla, que retornarán a su pueblo para platicar a su gente que a pesar de la ola de inseguridad, Acapulco es Acapulco.

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