jueves, 9 de abril de 2009

Húngaros modernos en Semana Santa


*Crónica de Chilangolandia en Tlacopanocha…

*“¡Hoy estamos aquí, mañana quien sabe…!”, aclara la familia Morales Bonilla a su paso por este puerto. Tienen una vida errante y conocen el país como las palmas de su manos, y las palmas de coco de Acapulco.

Ignacio Hernández Meneses.

Como en los jarritos, todo cabe en una camioneta sabiéndolo acomodar, y así se llegaron al puerto los Morales Bonilla, apachurrados pero contentos, en su carro de dos pisos para disfrutar de la Semana Santa en Acapulco.
Se acomodan para la foto, para presumir su carro aunque no es una “cheyenne”, pero todos felices y contentos. Los más pequeños viajan y duermen en el segundo piso. Los adultos, abajo, en la cabina y en la caja. Le caben 22 pero ahora vinieron 12.
Olga Lidia, Hermenegildo, Andrea, Martha Bárbara, el viejo de Don Gregorio, Gema, todas y todos se juntan para la foto del recuerdo, la foto para presumir en la escuela y con los vecinos de que vinieron a Acapulco.
Don Hermenegildo Morales de la Rosa la acondicionó como si fuera una casa rodante. Y es que todo el tiempo viajan, dentro de la camioneta blanca han pasado fríos y asoleadas. Lluvias y vientos, es una historia esa joya, ese jarrito, esa camioneta donde cabe todo sabiéndolo acomodar.
Gregorio Bonilla Ávila, de oficio zapatero, oriundo de San Luis Potosí es el más viejo de la familia que llegó a acampar en la playa Tlacopanocha, de las playas más limpias que reportó la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca.

El hormiguero de ambulantes con las pescadillas…

Abuelo, padres, nietos y bisnietos se la han pasado nadando desde el martes, luego de haber llegado la noche del Lunes Santo. Todo el día de chapuzón y solo salen para desayunar chilaquiles bien picosos y para comer pescado a la orilla de la playa.
El balneario Tlacopanocha está rodeada de enramadas de palapa y vendedores ambulantes que ofrecen platillos típicos. El ceviche Acapulco, las pescadillas y el “pecao” frito, son los manjares obligados.
Hay precios para todos los bolsillos. El hormiguero de comerciantes ambulantes siguen y casi corretean a los “chilangos”. A la orilla de la playa insisten en sus vendimia.
Se puede comer aquí un vaso con ceviche en 30 y 40 pesos. Orden de pescadillas desde 12 pesos; un refresco desde 7 pesos y hasta 25, dependiendo donde se compre.
De los anafres y humeantes comales se pueden comer gorditas y picaditas; también hay parrillas donde se antoja el pollo al carbón, rociados con el smog de los camiones, de los autobuses cargados de turistas.
Bajo una palma, junto a la estatua del periodista Juan R. Escudero –prócer del periodismo acapulqueño-, cuatro vagos fuman mariguana como si estuvieran en la sala de su casa, tres policías federales los ven y hasta los saludan y como si nada en este pedazo de país, “donde ya nada es como antes”, según la PFP.
Es muy fácil llegar a Tlacopanocha, sólo cuente 21 yates anclados a partir del zócalo en dirección a Caleta y listo. Pasará por el malecón y en menos de cinco minutos la cristalina playa estará a sus pies.
Notará que ya está ahí cuando siete niños morenos y de rubios cabellos tostados por el sol, muevan sus lombricientas panzas y pidan monedas para tirarse un clavado como en La Quebrada.
Son los clavadistas del futuro, los niños del cuadro de honor del rezago educativo, la pequeña raza de bronce excluida y marginada de los programas “oportunidades” no cumplidas del derechista gobierno federal y del perredista gobierno estatal que ofreció que “Guerrero será mejor”, pero quien sabe para cuando.
Justo aquí, en Tlacopanocha, inicia el Paseo del Pescador donde están fondeados los yates de recreo y lanchas de cristal que ofrecen extraordinarios paseos a La Quebrada , pasando por La Roqueta y los riscos del hotel “Los Flamingos”, donde Tarzán vivió sus últimos días.

“Somos húngaros modernos…”

Los Morales Bonilla se autodenominan como “húngaros modernos”, andan en caravana por todos lados, para arriba y para abajo por todo el país, pero más dentro de su estado natal, el Estado de México, donde solo los chicharrones de Enrique Peña Nieto truenan.
Se dedican a trabajar en una feria. Toda la familia le entra, desde los niños hasta el más viejo. Es una empresa familiar y como la feria va para todas las fiestas de pueblo, por eso andan como gitanos, como “húngaros modernos, donde llegamos allí vivimos, comemos y los niños van a la primaria, a la secundaria, pero cada quien sabe sus obligaciones y juntamos nuestro dinero y ahora venimos a disfrutarlo”, explicó don Hermenegildo Morales de la Rosa , el jefe de los “húngaros modernos”.
“¡Hoy estamos aquí, mañana quien sabe!”, aclara el señor Gildo quien si puede presumir que tienen una vida errante y conocen el país como las palmas de su manos, y las palmas de coco de Acapulco.
De San Felipe Teotitlán, tras lomita de Ciudad Netzahualyotl, los Morales Bonilla empiezan con Gema, la xocoyota, hasta don Goyo el zapatero, que ya arrastra sus pies para meterse a las frescas olas con sus 71 Semanas Santas de vida.
Olga Lidia Bonilla y don Hermenegildo Morales de la Rosa , no están arrepentidos de haber venido, pero lamentan que sus parientes se rajaron de última hora y decidieron descansar en Veracruz, donde ya les fue mal por el mal tiempo.
La familia Morales Bonilla anuncian que van a promover Acapulco y que desde luego, retornarán en las vacaciones venidera. No los atemoriza todo lo que se dice de Guerrero sobre la violencia, ya que aseguran que la gente de trabajo como ellos no tienen problema alguno, que el pleito es arriba, desde los grupos de poder y el gobierno, “que se sigan peleando y que nos dejen trabajar a los ciudadanos”, ataja don Hermenegildo quien toda su familia ayer disfrutó de los 34 grados centígrados del Miércoles Santo.
A la familia Morales Bonilla ya mero le salen escamas por tanto estar en el mar, disfrutando de las espumosas olas de Tlacopanocha en el balneario más popular de México, a pesar de que los periódicos de Guerrero amanecieron hoy con la noticia de cuatro decapitados en Zirándaro y un decapitado en Acapulco.

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